El Citomegalovirus pertenece a la familia de los virus que causan el herpes y se transmite con líquidos corporales como orina, saliva, sangre, lágrimas, semen y leche materna. Durante el embarazo, se puede transmitir el virus a través de la placenta o cuando el bebé está en contacto con fluidos infectados durante el parto, o más tarde, a través de la leche materna infectada.
La mayoría de las personas no saben que lo tienen, ya que rara vez causa síntomas. Los signos de infección son similares a los de la mononucleosis: fiebre, ganglios inflamados y dolor de garganta, así como cansancio y dolor de todo el cuerpo.
La mujer embarazada puede transmitir el Citomegalovirus a su hijo antes del nacimiento, durante el parto o a través de la lactancia materna, pero los recién nacidos contagiados durante el parto o en el posparto, no suelen sufrir problemas graves. Sin embargo, la afectación fetal es máxima cuando la infección ocurre en el primer trimestre de embarazo, causando defectos neurológicos y sensoriales al bebé.
Entre las medidas preventivas frente a la infección por Citomegalovirus estarían evitar los contactos estrechos con niños de corta edad y tomar precauciones higiénicas durante el embarazo: no besar a los niños en los labios o mejillas, no compartir comida o cepillos de dientes con los niños, lavado de manos frecuente tras el contacto con saliva, usar guantes al cambiar pañales y/o lavado de juguetes que el niño chupe.
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