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La inducción del parto es un proceso que consiste en provocar un parto de manera artificial. 

Tiene lugar cuando es necesario finalizar el embarazo porque se ha alcanzado la semana 41-42 de gestación y no se ha iniciado el parto espontáneo, o porque se ha presentado alguna patología que pone en riesgo la salud materno-infantil. 

La forma de inducir el parto dependerá de muchos aspectos, y de la maduración del cuello uterino que se tenga de inicio. 

Si el cuello uterino todavía no se ha modificado, se suele colocar un tampón que lleva una hormona llamada prostaglandina o un balón con suero, que provocarán contracciones y ayudarán a borrar el cuello. 

Una vez se haya madurado ese cuello, o si partimos de una buena situación de inicio, la mejor opción será el uso de oxitocina sintética de manera intravenosa, que va a provocar contracciones imitando el mecanismo natural de parto, aunque no se consigue la liberación pulsátil, por lo que las contracciones se suelen llevar peor que en un parto fisiológico. 

Estos dos métodos suelen combinarse con la ruptura artificial de membranas. 

Un parto inducido presenta algunas diferencias frente a un parto normal, ya que como os he dicho las hormonas sintéticas hacen que la mujer experimente contracciones más dolorosas, por lo que será más difícil el alivio no farmacológico del dolor. Además, se estará en el hospital desde el inicio, por lo que, al no pasar por los pródromos de parto en casa, parecerá que el parto se hace eterno. 

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