La colposcopia consiste en un examen visual de la superficie del cuello del útero mediante una lupa y una luz que ilumine la zona.
Suele utilizarse un aparato especial, denominado colposcopio, que tras introducir previamente un espéculo en la vagina para mantener separadas sus paredes, se coloca delante del orificio vaginal y se enfoca sobre el cuello uterino.
Se trata de una técnica sencilla, que requiere de pocos minutos y no resulta dolorosa. Para facilitar la observación, puede impregnarse el cuello uterino con un líquido, que disuelve el moco cervical y permite visualizar la zona estudiada con más claridad. También puede ser necesario aplicar una solución de yodo, para distinguir las células maduras y normales, que se tiñen con este líquido, de las células alteradas que puedan estar presentes en la zona y que no se tiñen con el yodo.
La colposcopia permite comprobar la normalidad de la superficie del cuello del útero, o bien descubrir imágenes atípicas. En este último caso, si se localiza alguna lesión en la superficie del cuello uterino, suele ser necesaria una biopsia para determinar de qué se trata.